El Pozo del Castillo

pozo 001Cuando hablamos de los subterráneos de éste castillo, es imprescindible mencionar el elemento que ha dado origen a todos ellos. El Pozo.

Datación de la obra del pozo y los husillos

Sobre este tema creo interesante referirme al trabajo realizado por Luis María García Castillo y Clemente Sáenz Ridruejo en la revista de obras públicas de marzo de 2001. Estas son sus conclusiones…

No hemos encontrado ninguna fuente fidedigna que date la construcción del pozo del castillo. Sin duda se trata de una obra de la Edad Media; en 1475 se tienen noticias de la existencia de un pozo de agua en el asedio al castillo para desalojar a los partidarios de la Beltraneja.

Una razonable referencia para su datación es sin duda el análisis de los signos lapidarios que guardan sus piedras; a través de éstas marcas de cantero, verdadera firma e identificación del gremio o cofradía, puede rastrearse el origen de la construcción. No faltan referencias en las que se pueden contrastar con otros signos que aparecen en numerosas construcciones medievales de la ciudad de Burgos. La Catedral, el Monasterio de las Huelgas, las iglesias de San Esteban y San Gil y otros monumentos burgaleses, con partida de nacimiento bien conocida, constituyen excelentes referentes donde comparar las marcas de cantería escritas en el pozo.

Todos estos signos se encuentran distribuidos desde el fondo hasta la boca del pozo de una forma arbitraria. El número de signos visibles es cercano al centenar; algunos signos pueden estar ocultos bajo la costra carbonatada que con el paso del tiempo se ha formado en el paramento visto de numerosos sillares.

La totalidad de estas marcas de cantero se encuentran en los monumentos burgaleses anteriormente mencionados y, fundamentalmente en la Catedral. Del estudio detallado que Néstor Pavón hace en su reciente libro “Signos lapidarios de los canteros en la Catedral de Burgos”, puede deducirse que los signos del pozo (no tratados por dicho autor) proliferan en las construcciones medievales de la ciudad de Burgos de los siglos XIII y XIV.

No parece probable que fuera construido antes del siglo XII, ya que, atendiendo a los signos lapidarios, estos eran de trazo tosco y grande hasta el siglo XIII que se hacen más finos (como los que aparecen en el pozo), otro argumento tiene que ver con los continuos ataques que sufre el castillo hasta el año 1125; a partir de entonces transcurren más de dos siglos de relativa calma en los que puede plantearse y ejecutarse una obra de ésta envergadura.

 La escalera de caracol

La ejecución de esta obra, que como ya se ha comentado
parece fecharse entre los siglos XII y XIV, se realizó
excavando un tremendo agujero perpendicular a la superficie
y de unos 3 m. de diámetro, suponemos que perfectamente
entibado para evitar el desprendimiento de sus paredes, y de
no menos de 60 m. de profundidad, ejecutando la obra de
abajo hacia arriba, es decir comenzando las obras por el 6º
husillo y terminando por el primero, de tal forma que para la
elaboración del cilindro central dejaban unos huecos o
mechinales en su cerramiento para poder asentar el
andamiaje que permitiera levantar un nuevo tramo de pared
de una altura aproximada de 1,60 m. Estos mechinales son
perfectamente visibles en la actualidad.
“Al final del 6º Caracol nos encontramos
con una puerta de hierro herméticamente
cerrada…” (L. Centeno).
En el dibujo del Pozo en relieve, se puede observar el pozo
principal o cilindro central, el primer tramo de la escalera de
caracol, que se desarrolla tangente al pozo central y pegado
a él, desde la superficie hasta 10 metros de profundidad,
donde arranca el pasillo que comunica con el segundo
husillo, desarrollándose éste también pegado al pozo central,
profundizando otros diez metros más. Sucesivamente,
continúa la 2ª galería, el 3º husillo, que queda oculto en el
dibujo, y el tercer pasillo. De 30 a 38 m. discurre el 4º husillo,
conectándose con el 5º mediante otro pasillo más, el cuarto
pasillo. El 5º tramo se desarrolla a mano izquierda,
cambiando el sentido de bajada, al igual que el sexto. A la
derecha del dibujo se observa la situación en planta de los
tramos o husillos correspondientes con respecto al pozo
central.

Seguiremos escribiendo…..

El Archivo oculto de Napoleón

Una vez conocida la figura del General Centeno y la historia del Gran convoy, es momento de ver la relación que los une. Entrevistemos al General en su casa de la calle Madrid. Año 1961, Don Leopoldo, con 94 años desmiente a quienes opinan que el Archivo de Napoleón es producto de su imaginación.

centeno PRIMER TENIENTE-1

Oculto en las ruinas del castillo de Burgos existe el archivo del gobierno títere
francés en España durante los cinco años de ocupación napoleónica en nuestra
nación. ¿Se calcula la enorme importancia que el rescate de ese archivo tendría
en orden al conocimiento de aquél periodo de nuestra historia?
Tal afirmación se debe al General de la Guardia Civil en situación de reserva
don Leopoldo Centeno Jiménez-Peña que hoy, a los noventa y cuatro años de
edad bien cumplidos, pasea por las calles su erguido y altivo busto con aires de
gallardo militar prusiano, llamando la atención de los burgaleses, pues aunque
nacido en Sevilla, se considera como un burgalés más.
Después de hacer los tres años completos de campaña voluntaria en Cuba,
donde ascendió a Capitán por méritos de guerra, ganó cuatro cruces rojas y
realizó la singular hazaña que al final se dirá, vínose a Burgos y le cayó tan
bien esta ciudad que aquí fijó su residencia, y anualmente recibe el homenaje
de la guarnición con motivo de la Pascua militar.
Hay quien asocia todavía el nombre de Centeno a la fabulosa empresa de hallar
en el castillo un tesoro de singular valor, que –se dice– abandonaron los france-
ses al volar la fortaleza. Y como por otra parte es verdad que el general –muy
aficionado a la arqueología y a estudios castrenses– efectuó durante un espacio
de quince años pacientes excavaciones por su cuenta, en seguida la imaginación
popular forjó la historia del tesoro.
El propio general lo desmiente:
• Existen en el archivo del Ayuntamiento de Burgos, documentos y oficios
que demuestran las gestiones hechas por el gobierno de Napoleón en España
para trasladar a Burgos su archivo legislativo y secreto. Hubo dificultades
para que fuera instalado en la torre de Santa María, y se optó por guardarlo
en el Castillo. Tratábase de tres monumentales cajas, una de ellas con el
rótulo: “Secretos de Estado”.
Por Burgos pasó el llamado “gran convoy”, integrado por 2.000 carros, al
mando del general D ́Orlón, quien, además de custodiar las enormes rique-
zas de arte atesoradas en ese convoy, recibió la orden de llevarse también
para Francia el referido archivo secreto.
• ¿Y por que no se lo llevó?
• Al no encontrar los medios de transporte precisos y empeorar la situación
debido al arrollador avance de las tropas de Wellintong, D ́Orlon se vio
obligado a enterrar el archivo en el Castillo. Yo se que existe tal arsenal
de documentos. Y yo también ¿Se calcula la enorme importancia que su
rescate tendría para el conocimiento de aquel oscuro periodo de la historia de
España?
• De manera que no existía ningún tesoro.
• Varias personalidades apoyaban mi tesis, entre ellas el arqueólogo español
don Tomas Rementería y el francés Jansey. Un ingeniero catalán me pasó
un croquis de mucha utilidad. Cuando después de quince años creí dar con
paradero del archivo se me ordenó suspender las excavaciones, pues iba
a reconstruirse el castillo por el Ayuntamiento. Tengo la certeza de que
además hay encerrados en sus ruinas cálices sagrados del Monasterio de las
Huelgas y otras joyas de los monumentos de Burgos que sufrieron la rapiña
del invasor.
• ¿Y no recurre usted a alguna real academia o docta corporación?
• ¡Para qué! A mis años he perdido toda esperanza. Que hagan lo que quie-
ran.

El Gran Convoy

Para ilustrar a nuestro lector del origen del mito de la ocultación del Archivo napoleónico en el Castillo de nuestra ciudad de Burgos que tanto defendió el General Centeno, añadimos aquí las páginas 151 y 152 de la obra «Burgos en la Guerra de la Independencia» de Anselmo Salvá, prestigioso cronista e historiador de principios del S.XX.

Previo aviso del Comandante de Armas, el rey José se
presentó en Burgos el día 9 á las dos de la tarde, hospedán-
dose en el Palacio del Arzobispo, donde pasó ya muy poco
tiempo, ocupadísimo y preocupadísimo, lleno de negocios,
solicitado por mil partes, rodeado de generales, ministros y
funcionarios, medio loco sin duda y con el ánimo segura-
mente abatido y angustiado. Tanto más cuanto que en su
persecución venía ya para Burgos buena parte del ejército
aliado que mandaba Wellington. Aun pasando las que ya
pasaban, los franceses obligaron  que a la entrada del rey se
tocasen todas las campanas y se celebrase una aparatosa y
muy ceremoniosa recepción en Palacio. Detrás del rey vino
el gran convoy, aquél famoso convoy en el que se llevaban
casi toda la riqueza mueble de España.
Llegó también una enorme partida de tabacos, que venía
a nombre de D. José Lorenzo Casadavant, ordenándose á la
Intendencia y á la Municipalidad que la custodiasen como si
fuese de la Real Hacienda y en el mismo sitio en que se cus
todiaban los tabacos del gobierno.
En el mismo día el gobernador, sin contemplaciones, sin
reflexionar en las consecuencias, mandó que se pusieran ban-
dos para que todo vecino declarase, antes de las cinco de la
tarde y bajo pena de muerte, el trigo, cebada y harinas que
tuviera, para tomarlo á los precios corrientes. Al mismo tiem-
po embargó todos los hornos y todos los molinos. Con res-
pecto al arroz, legumbres, aceite, bacalao y otros artículos,
dio la misma orden al día siguiente.
El general d’Orlón, pedía un estado de todos los puentes
y hondonadas existentes en las cercanías de Burgos; otros
generales pedían guías para Orbaneja de Rio Pico, otros pro-
pios para llevar cartas á Castañares, otros carros para traspor-
tar el Archivo del Gobierno.

 

«El Sitio de Burgos»  de François Joseph Heim

 

Empezaban el desorden y la confusión, aumentados en
aquella noche por un horrible incendio que se declaró en la
casa del médico D. Ramón Abad, sita en Cantarranillas, y que
duró algunos días, se propagó bastante y amenazó arrasar
medio pueblo.
Al día siguiente, 10, el conflicto, de otro género, fué más
grave. Como era lógico, el vecindario se encontró sin pan,
y por esta justa causa, los clamores, los ayes, las recrimina-
ciones, las amenazas, la actitud, en fin, del pueblo, pusieron
espanto en el ánimo de los regidores. Acudieron inmediata-
mente á las autoridades francesas, que todo lo habían embar-
gado, mandaron verederos á los pueblos más próximos y, por
el pronto, satisficieron una parte de la necesidad del vecinda-
rio. Con el fin de evitar la repetición del tremendo caso, la
Municipalidad designó una diputación para que fuese i ex-
poner al rey lo que sucedía. No pudieron los diputados ver-
le, vieron al Intendente, y éste prometió hacer é hizo cuanto
le fué posible para evitar que el vecindario careciese de pan
en absoluto. La escasez, sin embargo, en aquellos días fué
grande, y los vecinos de todas clases sufrieron no pequeñas
amarguras.
No contentos los franceses con arrebatar todo comestible,
exigieron á la Municipalidad que, para las cinco de la tarde
de dicho día 10, pusiera en la caja del recaudador del ejérci-
to, 30.000 reales, á cuenta de la contribución de la ciudad ó
de cualquier modo, bajo la más rigurosa y estrecha responsa-
bilidad. Los regidores citaron á todos los que estaban en des-
cubierto por la contribución, los arrestaron hasta que verifi-
casen el pago, los rogaron al mismo tiempo que realizasen el
mayor sacrificio que pudieran, y así sacaron cerca de 22.000
reales.
Y cuando los vecinos andaban por las calles, ansiosos de
noticias, investigando lo que podía significar tanto atropello,
conversando sobre lo que podría ocurrir y descargando en
palabras toda su ira contra los que le tenían en tal estado,
vieron que en las esquinas se pegaba un bando, y leyeron en
seguida en él un aviso del Comandante de Armas, en que pre-
venía á los burgaleses que, si oían detonaciones ó disparos en
el fuerte, no se alarmasen, pues todo sería exclusivamente en
servicio del ejército.
En el día 11, dispuso el general Hugo que el gran convoy
evacuase la plaza con toda su gente, á excepción de los mi-
nistros y de las personas indispensables para el servicio del
rey. Y salió, en efecto, toda aquella interminable hilera de
carros y otro género de vehículos, custodiados por tropas
francesas, por jurados españoles, por funcionarios públicos
españoles también, por cuantos habían servido la odiosa cau-
sa del extranjero.
A l Consistorio acudieron muchos de los servidores de los
franceses, para entregar las llaves de los edificios ó viviendas
en que habían habitado, manifestando que dejaban los efec-
tos bajo la custodia de los regidores, quienes se enterarían de
á cuáles vecinos pertenecían y los entregarían á sus dueños.
A l amanecer del día 12, la Municipalidad recibió, del In-
tendente de la provincia, este oficio:
«Caso de evacuarse temporalmente esta plaza, yo espero
que la Municipalidad, el Cabildo, las demás Corporaciones y
sujetos principales del pueblo concurrirán por su parte á
mantener el orden y la tranquilidad, á calmar los ánimos y á
ahogar el exaltamiento de cabezas, cuidando muy particular-
mente de la asistencia de los enfermos y de las personas re-
fugiadas que puedan quedarse en él.—Inmediatamente que
alguna casa de los refugiados quede vacía, la Municipalidad
comisionará un individuo de confianza que cuide de recoger
los efectos de cada casa, forme inventario y los conserve á ley
de depósito, bajo su responsabilidad, salvo fuerza mayor, en
cuyo caso la Municipalidad y todo el vecindario responderán
de los efectos ó su valor… Yo por mi parte doy las gracias á
la Municipalidad de su actividad en estas últimas circunstan-
cias.- Blanco de Salcedo.»
Con noticia oficial ya de la evacuación de la plaza y te-
miendo la confusión y el barullo propios de un caso seme-
jante, con todas sus tristes consecuencias, los regidores, que
no se sabe cómo podían tenerse en pié, tomaron las posibles
precauciones, formando rondas de vecinos honrados, patru-
llas de gente armada y comisiones encargadas de llevar la
tranquilidad á los vecinos.
Pero la verdad es que en seguida observaron un desorden
estupendo: las tropas francesas, completamente indisciplina-
das, comenzaban á cometer los mayores desmanes. Asaltaron
el Hospital de la Concepción, llevándose cuanto allí había;
fueron al almacén de tabacos, y atropellando al administra-
dor y al personal subalterno, se repartieron aquéllos en me-
dio de grandes disputas y atroces vociferaciones. Del mismo
modo invadieron las casas yermas, los conventos, algunas
iglesias, los almacenes, todo, y se apoderaron de cuanto ha-
llaron, causando entre el vecindario el mayor espanto y po-
niendo á los regidores en uno de los más serios apuros.
Después de ver al Gobernador, al mariscal Jourdan y á
otros generales en vano, los regidores Rena, Navas y Do-
mínguez de la Torre, acudieron adonde el rey, pudieron ver-
le y le pidieron enérgicas disposiciones para contener tan
bárbaros desenfrenos. Lograron que se les diera un capitán
con algunos soldados, los cuales, ayudados por las rondas de
burgaleses, pudieron echar de las calles á la indisciplinada
soldadesca, por lo que los regidores obsequiaron a los indivi-
duos de aquella guardia con 8o reales y unas botellas de vino
generoso.
¡Es de presumir cómo se hallaría el vecindario!
Por la tarde de dicho día 12, pidieron los franceses 500
raciones de aguardiente y otras tantas de pan con destino á
los trabajadores del castillo, ocupados sin duda en terminar
las diferentes minas que venían construyendo en el fuerte,
para hacer á Burgos una despedida ruidosa y un obsequio
digno de todos los que la habían ya hecho. No se pudo dar to-
do lo pedido, y menos mal que se conformaron. Después se
dispusieron para sacar de la ciudad todos cuantos bueyes en
ella existían, reunidos al efecto en San Pablo, y al conocer
los regidores que los pobres burgaleses, y sobre todo los en-
fermos de los hospitales, no hallarían al día siguiente ni un
mal pedazo de carne, se presentaron al Comisario de Guerra
y le suplicaron dejase algunos de aquellos animales para que
los enfermos y el pueblo no perecieran. Se apiadó aquel jefe
y dejó ¡un bueyl
Y entre la incertidumbre, la ansiedad, el temor en todos,
amaneció el día 13 de Junio de 1813, día también memorable
para la ciudad. Apenas habían dado las seis de la mañana, y
cuando hacía apróximamente una hora que todo el cuartel
general y la mayor parte de las fuerzas habían salido hacia
Vitoria para recoger al paso las tropas de los cantones,
los franceses, que habían estado en el castillo construyen-
do diversas minas, para inutilizar aquel fuerte, pero de
manera que la población sufriera el menor destrozo posi-
ble, dieron fuego á esas minas, las cuales reventaron con
estruendo verdaderamente espantoso, derribando en pedazos
aquella mole de piedra, que á tantos siglos y á tantos ataques
se había resistido, que representaba toda la historia militar
de la ciudad, que era el recuerdo más glorioso de los bellos
días de Burgos. Las piedras cayeron á grandes distancias, sin
causar estragos, viendo volar muchas desde el Consistorio
los regidores, los cuales presenciaron cómo una de aquéllas
de gran tamaño, daba en la esquina de una de las gradas del
pedestal de la estatua de Carlos 5°, y la arrancaba la punta.
Hasta hace pocos años, en que se formaron los jardines
en la Plaza Mayor y se arreglaron las gradas y el pedestal de
la estatua, ha permanecido dicha grada sin la dicha punta.
Ni las vidrieras de las casas cayeron, dicen los regidores
en el acta que levantaron en aquel dia. Sin embargo, de las
casas más próximas al fuerte, muchos cristales cayeron hechos
casi polvo. Y los pintados de la Catedral, ya tan destrozados
desde el sitio del Castillo, desaparecieron del todo en la ma-
yor parte de los ventanales.
Algunas puertas, como las de la iglesia de San Esteban, se
abrieron súbitamente, sin el menor deterioro de fallebas y ce-
rraduras, y otros raros hechos pudieron ser entonces obser-
vados.
Los franceses sufrieron bastante más que los vecinos de
Burgos las consecuencias de la voladura del fuerte; pues,
habiendo sin duda errado en el cálculo sobre la distancia á
que estarían ya sus tropas en el momento de la explosión,
las piedras y otros proyectiles las alcanzaron, causando en
ellas más de doscientos muertos.
Esto mismo, y el haberse librado la ciudad de los destro-
zos y muertes que podían esperarse de hecho tan brutal, lo
atribuyó el pueblo á milagro concedido por Dios mediante
S. Antonio de Padua, muy venerado por los burgaleses, y la
fiesta del cual se celebraba en aquella fecha.
En el mismo dia 13 de Junio, en que desapareció el casti-
llo y desapareció también el enemigo, recibieron los regido-
res un oficio del brigadier D. Julián Sánchez, en el que pedía
que, para el dia siguiente, 14, á las nueve de la mañana, se
tuvieran dispuestas 2ooo raciones completas, destinadas á las
tropas que llegarían. Y efectivamente, en la mañana de dicho
dia, entraron en Burgos unos dos mil soldados españoles al
mando del coronel del Regimiento de la Victoria, D. Ricardo
Palma, el cual se apoderó de la ciudad en calidad de Coman
dante interino de la plaza, hospedándose en la casa de la viu-
da del boticario de Vega.

Seguiremos hablando de este tema y de como se pretende depositar el contenido de este Gran Convoy en el Arco de Santamaría, sede del Ayuntamiento que resulta ser demasiado pequeño para guardar las millares de cajas y enseres que están llegando, motivo por el cual, parece ser, se decide llevarlo al Castillo. Hecho que se relaciona con la solicitud de carros para poder transportarlo precipitadamente a Vitoria, en las jornadas previas a la voladura del Castillo.

El General Centeno I

Hablemos un poco del general Centeno. Y digo «un poco»  por que seguiremos hablando de este peculiar personaje.

Nacido en Sevilla y con acento andaluz hasta el ultimo día de su vida comenzamos a saber de él en el año 1925, en lo que respecta al Castillo claro está, por que antes de esto ya era una persona muy conocida socialmente en Burgos. El primer documento que tenemos de Don Leopoldo es referente a su memoria de excavación del año 1925, editada en 1926. En ella intenta dar cuentas de su intervención, esto es lo que nos cuenta…

Una de mis mayores preocupaciones al acometer tan ardua
empresa era el método que habría de seguir en los trabajos
de excavación, pues no he podido encontrar en toda la
literatura histórica y arqueológica de España, un plano, ni un
ligero croquis, relacionado con este Castillo, que me pudiera
servir de guía; únicamente hallé una obra escrita por el
ingeniero militar francés Belmas, pero éste se refiere solo a
las fortificaciones “pasajeras” o de campaña de 1812 a
1813, sin hacer alusión alguna al plano del Alcazar o su
entrada.
Don Isidro Gil, de la Real Academia de la Historia; y D.
Anselmo Salvá, miembro de la misma academia, cronistas de
Burgos, y Don Eduardo de Oliver Copons, del Cuerpo de
Artillería, en su monografía histórica del Castillo de Burgos,
completaron cuanto los autores más antiguos han escrito
sobre esta fortaleza, pero ninguno encontró elementos de
juicio bastantes para venir en conocimiento de la fecha más o
menos probable del origen de su construcción, puesto que no
lo consignaron.

Tras un breve repaso  sobre la historia de nuestra ciudad, intenta demostrar, de forma un tanto peculiar, la fundación previsigótica  del castillo. Imagino que los datos aportados por Centeno habrán sido comprobados y desmentidos ya que, de lo contrario, estaríamos hablando de un Burgos de fundación romana o anterior. En cualquier caso es muy interesante leer los argumentos aportados por Centeno, mas allá de la consideración personal que cada cual le tengamos. Esto va a ser una constante en el General Centeno, una visión e interpretación peculiar de la historia y de los restos arqueológicos encontrados.

Pero sigamos con el documento que tenemos entre manos. Continúa D. Leopoldo describiendo el proceso de excavación mes a mes, desde Abril hasta Noviembre.  En su comienzo excava en diferentes puntos del recinto del Alcázar encontrando restos arqueológicos habituales en estos puntos. Encuentra muros, torreones, cimentaciones, cerámicas, bolardos de artillería, en fin, perfilando lo que es el actual recinto del castillo. Pero hay varios puntos en los que centra su atención de los cuales extrae varios cientos de metros cúbicos de piedra de mampostería y sillería haciéndose una idea clara de lo que tiene entre manos y de los posibles puntos de búsqueda. Leamos a nuestro autor cuan se lamenta del estado de destrucción del castillo…

Es indudable que no encontraremos las soberbias galerías
sostenidas por esbeltas columnas dóricas de piedra
berroqueña, vistas y descritas por Bosarte; pero no obstante
haber sido absoluta la destrucción del Alcázar, es indudable
que hallaremos restos de los muros que nos pongan de
manifiesto el plano del histórico castillo, cosa que hoy nos es
completamente desconocida, por no haber encontrado nada
que con esta materia se relacione en ninguno de los archivos
ni autores consultados.
Quedan no obstante algunos vestigios del monumento de
primera importancia, como lo fue para Burgos, e
indicaciones que confirman que la construcción de esta
fortaleza data de fines del siglo VI, por lo menos.
De su importancia, por todos reconocida; de su fuerza
estratégica dependió que en toda época determinara el paso
y estancia en esta tierra de todas las olas humanas invasoras
de Iberia, puesto que en las excavaciones han aparecido
monedas ibéricas, romanas, de los enriques…etc.

Es además elemental suponer, que si este cerro mereció la
preocupación, la estancia y el proyecto personal de
fortificación de campaña, mas o manos rápida, del mismo
Napoleón hace un siglo, la mereciera con mayor razón en
siglos anteriores, cuando el arma era poco y todo la posición.
En el se conservan restos indudables de fortificaciones
prerromanas, romanas y románicas; y las huellas de furiosos
arrasamientos, iguales a las que tienen las murallas de León
y otras.
Allí están los torreones cuadrados, las defensas avanzadas,
las barbacanas, los antemurales y premurales romanos; del
lado de las Corazas, donde quiso Napoleón engolar a los
atacantes del centro, Burgos, de los aprovisionamientos de
todos los órdenes del ejército invasor. Centro donde quiso
establecer Napoleón el Archivo General Militar.

A partir de ahora  tenemos que prestar atención por que lo que nos cuenta Centeno será largamente debatido a posteriori y se relaciona directamente con el episodio de la voladura del Castillo como uno de los motivos principales de la misma.

Dueño Napoleón de los destinos de España y siendo Burgos
Llave de la invasión, desde Octubre de 1808 a Junio de 1813,
¿establecería en el Castillo el pretendido archivo para el que
no pudo el Ayuntamiento suministrarle medios económicos?;
consultados datos históricos parece ser que si, como lo
demostraré; mas las dificultades de todo género con que
tropezaron en los momentos de la evacuación para
transportarlo a Francia, juntamente con algo de gran valor
tenido allí, fueron las causas determinantes para la
destrucción del Alcázar.
Si hubiese alguien que le ofreciera duda, yo le invito a que se
tome la molestia de consultar la obra “Burgos en la guerra
de la independencia” de Don Anselmo Salvá, en quien
siempre reconocí una autoridad en materia de arqueología, y
en la pag. 91, en su último párrafo, podrá ver que en el año
1809 el Rey José Bonaparte, quiso establecer en Burgos el
Archivo General Militar y solicitó del Ayuntamiento por
conducto del Ministerio del Interior, locales para este objeto,                                                                                 destinándose a tal fin la torre de Santa María, donde hoy está
el Museo Provincial. Surgieron dificultades de orden económico, y nada más se vuelve a saber de aquel deseo de José Bonaparte; pero sin duda las dificultades con que tropezaron en los primeros
momentos, debieron ser vencidas con posterioridad, porque el
archivo fue establecido en Burgos y allá van las razones.
El día 9 de Junio de 1813, a las dos de la tarde, llegó a
Burgos el Rey José Bonaparte. Detrás de el, entró en la Plaza
lo que los franceses llamaron el Gran convoy, que no era otra
cosa que la riqueza de todos los órdenes que habían sustraído
de nuestros templos y Alcázares, que trataban de llevar a
Francia.
El mismo día y dentro ya del mayor desorden y confusión, el
General D ́Orlón pedía un estado de todos los puentes y
hondonadas existentes en las cercanías de Burgos; otros
generales, pedían guías para Orbaneja de Río pico; otros,
propios para llevar cartas a castañares, y otros, “carros para
transportar el Archivo”.
Se desprende que el archivo estaba en Burgos, pues de haber
venido con “El Gran Convoy” no hubieran tenido la
necesidad de pedir carros para su transporte.
No pudo facilitarlos el Ayuntamiento, por que no los había, y
entonces se debió acordar la destrucción del Castillo, para
dejar sepultado en sus subterráneos el archivo y cosas de
gran valor que no pudieron llevar, por falta de medios de
transporte, y por que la confusión era cada vez mayor.
Se confirma que acordaron la destrucción del Alcázar, por el
bando que se puso en las calles y plazas públicas, en el cual
se advertía al vecindario que si oían detonaciones y disparos
en el fuerte no se alarmaran, pues todo sería exclusivamente
en servicio del ejército.Por las observaciones hechas en los trabajos del año 1925,
he podido comprobar que estas detonaciones o disparos eran
las voladuras parciales, que hicieron del recinto fortificado
que defendía la puerta de entrada, para dejarla destruida en
tal forma que se hiciera imposible la llegada a ella, y obstruir
la bajada a los subterráneos para después proceder, como lo
hicieron, a la destrucción general de la histórica fortaleza
para que quedara reducida a un montón de escombros y
ruinas, para, si volvieran a España, como creyeron encontrar
lo que aquí dejaban abandonado por la fuerza de las
circunstancias; y en caso contrario dejarlo perdido e
ignorado de los españoles.
La opinión de que no pensaban abandonar España
definitivamente, está robustecida por una comunicación que
el día 12 de junio de 1813, es decir, el día anterior de la
destrucción del Alcázar pasó al Ayuntamiento el intendente en
la que hacía algunas advertencias para el caso que
evacuasen la plaza temporalmente, lo que demuestra que la
salida de Burgos y de España la consideraron como
transitoria.
A las seis de la mañana del siguiente día 13 de Junio salió
José Bonaparte con el gobierno, camino de la frontera y
media hora después tenía lugar la destrucción de la fortaleza,
que simbolizaba la nacionalidad española y las tradiciones
de Castilla.
El día 11, esto es, dos días antes de la salida de Bonaparte, el
General Hugo dispuso que el Gran Convoy evacuase la plaza
con toda su gente a excepción de los ministros y de las
personas indispensables para el servicio del rey.
Es justo reconocer que al volar el Castillo, intentaron
solamente sepultar bajo las ruinas lo que no pudieron llevar y
que no quisieron dañar a los monumentos ni a la población,
aunque no lo consiguieron totalmente; su propósito solo fue
dejar sepultados el Archivo General y otras cosas de gran valor                                                                                          que la confusión y lo precipitado de la evacuación, no
permitía retirar, porque venía en su persecución Lord
Wellington, que ya en ese día 13 estaba a 30 Km. De Burgos,
y podían pues, caer en sus manos los secretos de estado que
motivaron la invasión y las razones que tuvo Napoleón para
atropellar la sagrada e inmaculada inviolabilidad de nuestro
hogar, con procedimientos de los que no hay precedente en la
historia militar de los pueblos civilizados.
Lo que evitaron con la destrucción del Alcázar, pues de no
haber sido así el Archivo hubiera quedado en poder de
nuestras tropas, como sucedió al gran Convoy, el que en su
mayor parte perdieron en la batalla de Vitoria, llegando no
obstante, a Francia algunos efectos, los que en su mayoría
han ido rescatando nuestros gobiernos.

Y hasta aquí puedo leer en el día de hoy …

Seguiremos escribiendo pero ya sabes, mucha mas información en

Los misteriosos subterráneos del Castillo de Burgos

Un abrazo

Presentación del libro «Los misteriosos subterráneos del Castillo de Burgos»

MIERCOLES, 20 DE MAYO DE 2015

Sala Polisón, Teatro principal, Burgos

Las entrañas del Castillo de Burgos, al descubierto

Juan Carlos Chicote publica toda la documentación recabada en la investigación sobre las galerías subterráneas del Cerro

Fue el responsable del equipo de bomberos que excavó en 1993 para el proyecto de puesta en valor del monumento burgalés

Insiste en que el lector sólo encontrará datos de investigación, ni teorías ni explicaciones condicionadas sobre lo descubierto

Chicote reconoce que aún quedaría mucho trabajo por hacer y espera que, en poco tiempo, alguien retome las excavaciones

Las entrañas del Castillo de Burgos, al descubierto Chicote ha presentado esta tarde su libro.

“Muy solos” se encontraron los bomberos que conformaban aquel equipo de trabajo que en 1993 inició las excavaciones de las galerías subterráneas del Castillo de Burgos, dentro de la iniciativa del Ayuntamiento de puesta en valor de uno de los recursos históricos y turísticos más importantes de la ciudad. Cuatro opiniones, un par de artículos de prensa y poco más tenía a su disposición Juan Carlos Chicote, el responsable de la intervención, cuando recibieron el encargo municipal. Encargo que, en un principio, pasaba por la simple limpieza de los dos o tres elementos conocidos, la cueva, el pozo y la escalera de caracol.

“No se sabía nada más”, asegura Chicote. Ni qué tipo de galerías se escondían bajo el Castillo, ni a dónde llevaban, ni si había alguna otra cueva ni, mucho menos, que utilidad tuvieron en el momento en el que se construyeron. Así que, ante este panorama, el bombero optó por buscar cuanta información pudiese recabar, a fin de que el trabajo a realizar en la zona fuese lo más fácil posible, dentro de la dificultad que entrañaba. Artículos de prensa, documentos del Archivo Municipal o los archivos militares fueron algunas de sus fuentes, pero también las historias y experiencias de particulares e investigadores “autónomos”.

Leyendas y teorías no tienen cabida en este libro que pretende poner a disposición del ciudadano documentación objetiva

Con todo ello, Juan Carlos Chicote ha creado ‘Los misterios subterráneos del Castillo’, una publicación que culmina el trabajo iniciado en 1993 y que, sobre todo, nace con la vocación de poner al servicio de los burgaleses toda la documentación recabada en su momento. Chicote insiste en que ellos partieron prácticamente de cero y no quiere que a futuros investigadores les pase lo mismo. Eso sí, se ofrece documentación, porque “no quiero condicionar la opinión del lector con mi opinión personal”, sino que sea él mismo el que la interprete y saque sus conclusiones.

Historia de leyendas

Y es que mucho se ha hablado de lo que esconde el Cerro del Castillo, del uso que se daba a las galerías subterráneas, de si conectaban con otras partes de la ciudad. “Se ha creado mucha leyenda”, insiste el autor, y mucha de ella vinculada a los diferentes personajes que han estado relacionados con el Castillo. Es el caso del General Centeno, probablemente el que más estudió la construcción burgalesa. Es la “pieza clave” de la publicación, de ahí que, aunque se le haya dedicado un capítulo, Chicote considere que debería escribirse casi un monográfico.

Echando un visto al libro, Chicote reconoce que “encontramos menos de lo que nos hubiera gustado encontrar, pero nos podemos dar por satisfechos”. Una parte de las galerías del Castillo está abierta al visitante, lo que ya es significativo. “No esta´todo descubierto”, por supuesto, y que se sabe que hay otras galerías y cuevas, y “no son ni una ni dos”, así que se podría realizar una nueva excavación, “con las medidas de seguridad adecuadas”. También sigue apareciendo documentación, así que Chicote confía en que, en un futuro no muy lejano, “se pueda seguir investigando el Castillo de Burgos”.

La aventura de los dos soldados…

De todos los testimonios históricos, el de Isidro Gil es el
más espectacular. No tiene desperdicio, lean atentamente
este texto;

Memorias históricas de Burgos y su provincia
Isidro Gil 1913
Página 58 y siguientes

“ Para dar fin a estas memorias, relataremos un hecho
curioso ocurrido hacia el año 1852 que tiene relación con el
famoso pozo del Castillo, cuyo fondo, dice la leyenda, que
todavía no se conoce, mientras otras tradiciones aseguran
que se encuentra al mismo nivel de la Plaza Mayor, que es el
punto más bajo de la Ciudad.
Existieron siempre en la plaza del Castillo un aljibe y un
pozo. El primero surte de agua a los moradores del fuerte y
en los pasados siglos cumplió también su misión pacífica.
Contra la creencia general, podemos afirmar nosotros que el
pozo no ha tenido jamás agua; es sencillamente un
respiradero, un pozo ventilador, como los que acostumbran a
construir en algunas minas para facilitar la bajada a los
Contraminatrabajadores de las galerías subterráneas y renovar el aire en
aquellas profundidades y poder continuar en buenas
condiciones la explotación del mineral”
“El famoso pozo es circular, de unos dos metros de diámetro,
revestido con sillarejos bien labrados como la inmensa
mayoría de las iglesias románicas de Castilla, de modo que
no puede dudarse de su gran antigüedad, creyendo nosotros
que su origen se remonta al siglo XI por los caracteres de su
fábrica y labra, cuyo parentesco con las edificaciones de
aquella época lejana se revela bien claramente a nuestro
juicio.
Junto a ese pozo existe otro gemelo unido al anterior, de
diámetro mucho más pequeño y tangentes sus circunferencias.
Dentro de los muros de éste último se desarrolla una escalera
de caracol, bien construida, por la que puede bajarse
cómodamente cuando ocurra la necesidad de hacer
reparaciones.
El fondo del pozo no llega al nivel de la plaza de Burgos.
Ni al del río Arlanzón, como otros suponen: para probarlo
basta arrojar una piedra y a los dos o más segundos el ruido
de su caída al tomar tierra, anuncia que terminó su carrera.
Este pozo, como el de las minas, daba acceso a otras
construcciones subterráneas que se ramificaban en distintas
direcciones, buscando salidas en puntos convenientes  y ocultos de la ciudad, o en el campo; caminos secretos que
nunca faltaban en las fortalezas antiguas de alguna
importancia. Como ejemplos notables pueden citarse las
cuevas de Olite, los silos de Alcalá de Guadaira, los
subterráneos del Castillo de Loarre, de Coca y de Medina del
Campo y otros muchos semejantes, hasta el punto de poder
asegurar que en casi todas las construcciones militares de la
Edad Media existían galerías subterráneas parecidas que
tenían igual objeto y destino.
Este pozo de la fortaleza de Burgos, según todas las
conjeturas, comunicaba con otra mina que llegaba al palacio
de la noble familia de los Castrofuertes, emplazado frente a la
puerta de la Coronería o de los Apóstoles, de nuestra
Catedral, en la calle Alta o de Fernán-González, según datos
de un antiguo maestro de obras que nos comunicaba esta
noticia.
También conducía uno de esos caminos ocultos al palacio
viejo de los Reyes de Castilla, llamado de San Llorente, que
estaba situado al final de la calle de la Llana.
Junto a la cárcel del partido y en la casa número 27 de la
calle de Santa Águeda, existe otra cueva que probablemente
sería salida cubierta del Castillo, sin hablar de otras muchas
que en toda la parte norte de la población aparecen en sitios
diversos según nota que nos ha facilitado el maestro
constructor de referencia. En la falda del cerro del Castillo se
encuentran también algunas galerías subterráneas que
debieron tener el mismo origen.
Para pensar de este modo tenemos en cuenta además, el
episodio ocurrido en 1852 aludido anteriormente, siendo
Gobernador del Castillo D. Manuel Martín Álvarez, padre
político de un conocido funcionario que durante largos años
tuvo colocación como cajero en la administración de
hacienda, el Sr. D. Esteban de la Hoya. Siempre que el
veterano Gobernador vestía de uniforme lucía sobre el pecho
buen número de brillantes condecoraciones, distinguiéndose
entre ellas la Cruz Laureada de San Fernando que le hacía
doblemente respetable como noble caballero y como bravo
jefe militar.
La amistad cordialísima que le unía a la familia del que
esto escribe, en la época feliz de su niñez, nos permite
recordar  con toda fidelidad lo sucedido en el Castillo,
teatro entonces de nuestros juegos infantiles y en cuya plaza
de armas entrábamos y salíamos como en casa propia.
Dos soldados de la guarnición del fuerte, faltando a las
órdenes de sus jefes, lograron abrir con una llave falsa la
puerta de un garitón o cobertizo que protegía entonces el
aludido pozo, por que, volvemos a repetirlo, no tenía uso
práctico ninguno y la prudencia aconsejaba evitar una caída
que hubiese ocasionado un serio disgusto.
Los dos soldados volvieron la puerta cuidadosamente al
entrar en el pequeño recinto, para evitar ser vistos de sus
compañeros. Pertrechados de medios para alumbrar sus
pasos y poderse guiar en la oscuridad, descendieron
valientemente una mañana por el husillo gemelo del
misterioso pozo y dieron con sus huesos, después de bajar
muchos escalones, en un arco de piedra que hallaron abierto
en el muro y ofrecía a su vista una galería lateral abovedada,
por la cual caminaron con aire resuelto explorando el terreno
que al parecer descendía rápidamente.
La ausencia de aquellos bravos aventureros no tardó en
notarse en cuanto llegó el momento de prestar servicio
reglamentario que personalmente les correspondía llenar. Las
pesquisas practicadas para averiguar su paradero, no dieron
resultado por el momento y llegada la noche se confirmó su
falta y se puso en conocimiento del gobernador de la
fortaleza.
Al día siguiente se hicieron nuevas investigaciones en la
ciudad y en el castillo. En éste se registraron todos los
departamentos, los lugares menos frecuentados y escondidos
y no dejó de ser visitado hasta el último rincón. Alguno indicó
entonces que se abriese la puerta del cobertizo o garitón que
cubría el pozo y pronto se vino en conocimiento de la verdad
al encontrar abierta la puerta y señales indudables del paso
de los fugitivos por la escalerilla de caracol, que aparecía en
algunos puntos salpicada de gotas de sebo.
Dos soldados declararon también la sospecha de un
proyecto arriesgado que debían tener formado los ausentes, a
juzgar por vagas palabras que recordaban haberlos oído y
cuyo significado apenas comprendían entonces y ahora
quedaba bastante aclarado. Se acordó inmediatamente un
registro bajando por la escalerilla misteriosa y en cuanto
fueron tomadas las disposiciones mas necesarias, aparecieron
repentinamente nuestros hombres en un estado lastimoso;
destrozada la ropa, pálido el color, desmayados de espíritu y
de fatiga corporal, extenuados por el hambre y temblando
ante la responsabilidad que sus jefes pudieran exigirles.
Explicaron lo sucedido con sencillez elocuente del
siguiente modo: Después de bajar muchos escalones y hallar
el arco de piedra de la galería transversal, tomaron el camino
que ésta les ofrecía excitada ya su curiosidad por el anhelo de
descifrar el enigma y aclarar el misterio, bajando unas veces
y subiendo otras y venciendo obstáculos de hundimientos
parciales de la bóveda, para seguir su arriesgada excursión
por aquel camino desconocido sumido en profundas tinieblas.
Cuando quisieron retroceder, algo amedrentados por la
falta de aire respirable, se apagó una luz y poco después la
otra. Se intentó encender una bujía y reservar la segunda en
previsión de lo que pudiera ocurrir; lográndolo por fortuna,
pero entonces vino la confusión, el aturdimiento y el espanto
más tarde, ante el peligro de morir de frío y extenuación en
aquel verdadero sepulcro, por que llegaron a comprender con
horror que habían perdido toda pista del punto de salida.
Interminables horas permanecieron en aquel antro, envueltos
en horribles sombras y perdida toda esperanza, sin noción
alguna del tiempo transcurrido. Pero como existe un Dios,
según la voz popular, que protege y ampara a los borrachos,
debió aparecerse en aquel triste momento otra deidad
salvadora que guió benéfica a los intrépidos aventureros, los
cuales después de padecer angustias de muerte y congojas sin
fin, fueron conducidos sanos y salvos cuando menos lo
sospechaban a la puerta misma de salida que comunicaba
con la escalerilla de caracol y desde allí rápidamente a la
región de la luz y de la vida, como Dante y Virgilio al
contemplar el cielo tachonado de estrellas, según refiere el “
altísimo” poeta en el canto 34 de la Divina Comedia.
El relato de este episodio responde con toda exactitud al
recuerdo que el autor conserva desde su niñez de tales
sucesos. Mas tarde, vio confirmados los hechos referidos por
personas que en el año 1852 por su edad y experiencia
pudieron apreciarles con criterio sano y juicio sereno,
añadiendo algún detalle más, como la orden dictada por la
autoridad militar del castillo y llevada a cabo
inmediatamente, de tapiar con piedra la entrada de la galería
trasversal en donde se extraviaron los valientes soldados de
la fortaleza.

La Historia nos cuenta sobre estos subterráneos…

Desde el siglo XIV tenemos noticias sobre las galerías subterráneas del Castillo de Burgos. Posteriormente en el s. XV, en el XVI, XVII, XVIII, XIX y XX se sigue enriqueciendo la historia y la mitología de este lugar con acontecimientos y leyendas dignos del mejor guión cinematográfico.
Así desde batallas subterráneas a búsqueda de tesoros,todo acontece en el subsuelo de esta fortaleza.

Comenzamos con la narración más antigua que conocemos sobre éste lugar. Los hechos ocurren en la guerra civil que asola Castilla en el año 1367 entre Pedro I y su medio  hermano Enrique de Trastámara.

El capítulo se integra completo para que el lector pueda ver el contexto en el que se realizan las excavaciones en el castillo de Burgos.

CRÓNICA DE LOS REYES DE CASTILLA…

Pero López de Ayala

CAPÍTULO XXXV

COMO EL REY DON ENRIQUE ENTRÓ EN Burgos, e ovo por su prisionero al Rey de Napol.

Despues que el Rey Don Enrique ovo respuesta de los de la ciudad de Burgos como le acogerian de buena voluntad, partió de aquel lugar do estaba, é fuese para la cibdad: e el Obispo, é toda la Clerecía, é todos los honrados e buenos omes de la cibdad le rescibieron con grand solenidad, como quier que del castillo, e de la judería tiraban truenos e saetas. E estando el Rey en la cibdad, antes que tomase el castillo e la judería, llegaron allí otros muchos Caballeros e Omes de armas que eran de su partida, e andaban por el Regno faciendo guerra: e luego ordenó el Rey como se ficiesen minas e cabas a la judería é al castillo, e como les armasen engeños: é a sí fué fecho: é mandó combatir la judería. E los judíos des que vieron que non se podían defender, pleytearon con el Rey, é fincaron con todo lo suyo, é en su merced salvos é seguros, é sirviéronle con un cuento. E Alfonso Ferrandez Alcayde del castillo estovo algunos días porfiando, e defendiendo el castillo; pero desque sopo que las cabas eran fechas, e los engeños de que cada día ponían, pleyteó con el Rey Don Enrique, é vino a la su merced, é diole el castillo, e entrgole al Rey de Napol: el Rey Don Enrique envió preso al Rey de Napol al castillo de Curiel, e después fué rendido por ochenta mil doblas, que pagó la Reina Doña Juana de Napol su muger por él. E otrosi fué el Rey Don Enrique á entrar en el castillo de Burgos, é falló a Don Felipe de Castro, un Rico ome de Aragón, que era casado con su hermana Doña Juana, é estaba alli preso en poder del Rey Don Pedro desde el vencimiento de la batalla de Najara: é luego fue suelto, é dioles el Rey á él é á Doña Juana su muger por heredad á Paredes de Nava, é á Medina de Rioseco, é á Oterdehumos.

Guerra subterránea de minas y contraminas para el control del pozo de agua. Siglos XIV, XV y XIX

Guerra subterránea de minas y contraminas para el control del pozo de agua. Siglos XIV, XV y XIX

Seguiremos escribiendo.

Bienvenido a los misteriosos subterráneos del Castillo de Burgos

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Hablar de los subterráneos del Castillo de Burgos supone entrar de lleno en el imaginario popular de esta ciudad. No hay un solo burgalés que no sienta interés de algún modo, sobre las aventuras propias y extrañas desarrolladas en este lugar, muchas de ellas producto de la imaginación y muchas otras reales y sorprendentes.

La intervención de investigación, limpieza y consolidación realizada en los años 90 por el equipo de bomberos supuso el esclarecimiento de muchas dudas sobre la realidad del pozo y las galerías de este enclave pero no dio luz, ni mucho menos, al tremendo galimatías temporal y funcional de éstos subterráneos, es más, cuanto más se profundiza en el conocimiento de su pasado más somos conscientes de lo poco que sabemos en el presente.

Intentamos desentrañar desde aquí gran parte de los misterios que envuelven al Castillo de Burgos, aportaremos poco a poco y con tiempo, documentos históricos, artículos de prensa, expedientes, testimonios y diarios de excavación con el fin de que seas tú, lector, el que saques tus propias conclusiones. Vas a escuchar de primera mano a los protagonistas de los acontecimientos, sin intención por mi parte de condicionar tu opinión y llegarás, seguramente, a la conclusión de que es fascinante lo que tenemos allí, un verdadero misterio que todavía va a dar mucho de que hablar.